Al comienzo del nuevo milenio seguimos asistiendo; impávidos e inermes, a la sucesión vertiginosa de formas inéditas de comunicación no presencial en ámbitos hasta hace poco insospechados; así como al impetuoso avance de las TIC´s y de la Sociedad de la Información auspiciado sin duda por la aparente inmaterialidad e invisibilidad del ciberespacio.

Diríase que una nueva economía y una nueva ecología del conocimiento, ayuna por completo del calor que caracterizó el modelo de la Antigüedad Clásica, se apodera impasible de todos los ámbitos del saber y el quehacer humanos como la despiadada Hidra de Lerna de nueve cabezas, no siendo posible sustraerse a su hálito exterminador.

El ansia de dominación de unos hombres sobre otros no acaba con la lucha de clases. Antes al contrario, dicha dominación cobra formas de nuevo cuño. En esta era post-industrial; en esta era de los derechos de cuarta generación, parece asomar de nuevo y sin barruntos de timidez, el hálito deletéreo de aquella vieja tentación del Génesis: Eritis sicut Dei.

Ante este panorama aparentemente desolador, el Jurista, en su condición de humanista, vive en continuo vértigo pasional la fatal sensación de estar permanentemente excluido del Jardin de las Delicias. Dijérase que el Jurista encarna al nuevo hombre adánico, desterrado y apartado del diálogo con la Ciencia.

Desde esta desazón, me sumo a los que objetan que la tecnología no será de suyo el factor salvífico o redentor del hombre. Sin embargo, sí he de admitir que sí será libertadora de ciertos métodos tradicionales ya ciertamente caducos, redimiendo a la naturaleza humana de muchas de sus insuficiencias por lo que también me sumo –in medio virtus– a aquellos que piensan que sí puede ayudar; y de qué manera, a reconquistar el mejor cariz de la mejor condición humana, pues me resisto a caer en la falsa dicotomía entre lo teórico y lo pragmático; entre la fe y la razón; entre el humanismo y la técnica; entre el pensamiento moral y el pensamiento científico; entre la dimensión ética del hombre y el mandamiento primero de id y dominad el mundo.

Ya se nos advertía en Fides et ratio de la tentación de la soberbia filosófica que pretende erigir la propia perspectiva incompleta en lectura universal. La Verdad no puede ser sino una, aunque manifestada de forma poliédrica. Y es aquí donde en Jurista sí tiene amplio campo donde ejercitarse. Y es aquí donde parece que a los Juristas se nos abre de nuevo la puerta al Jardín celestial.

Dijérase que el Jurista encarna al nuevo hombre adánico, desterrado y apartado del diálogo con la Ciencia.

Es lo que se ha venido en denominar el Caballo de Troya al revés, dado que la inserción de los valores humanísticos de corte clásico en el seno de la Sociedad de la Información se lleva a cabo porque el sistema lo percibe como un bien, como un elemento que aumentará su eficacia y funcionalidad, y es al revés porque su finalidad no será destructiva sino constructiva.

Pero para que ello sea una realidad será necesario que ésta corra a la zaga de aquélla como la sombra al cuerpo o, mejor aún, trenzada la una con la otra, como las viejas catenarias de cobre de los ferrocarriles.